Acciones Empresarias: Fundación Telefónica: Arte Contemporáneo en (sala de) Guardia
Publicado el septiembre 20, 2010
Escrito por Mario Gilardoni

Usted, señor coleccionista ¿ha evaluado todos los aspectos que acompañan -después de su adquisición- la tenencia y conservación de las obras contemporáneas realizadas sobre materiales, desarrollos o componentes tecnológicos producto de la modernidad?
Especialmente los cultores de las obras de arte digital que requieren la utilización de equipamientos capaces de interpretar los lenguajes binarios con que han sido concebidas y que a su vez admitan los distintos soportes -cintas, cd, dvd, discos, computadoras, etc- que los contiene: ¿tienen una idea clara de cómo influirá la obsolescencia del equipamiento que les permita disfrutar de esas obras en el futuro?.
Estos interrogantes son apenas la punta del iceberg puesto sobre el tapete en las jornadas sobre investigación y nuevas prácticas en la conservación de arte contemporáneo organizadas por la Fundación Telefónica que se desarrollaron el jueves 16 y viernes 17 pasados.
La calidad y nivel de los panelistas convocados y la transmisión de sus conocimientos y experiencias, marcarán sin duda un hito importante en el tratamiento de este tema, prácticamente desconocido -a excepción de algunos especialistas- para el coleccionismo local, que deberá analizar con visión de futuro la conservación de sus patrimonios.
Si bien -como señalara Alejandrina D’Elía, responsable del área de Programas Debate y Conocimiento, Arte y Nuevas Tecnologías- la Fundación no tiene carácter museístico, por lo que no cuenta con restauradores ni conservadores, organizó este encuentro como consecuencia de restauración en curso de la obra Miniphone que Marta Minujín realizara en 1967.
Algunos temas conocidos
Como no podía ser de otra manera, los planteos sobre preocupaciones superactuales despertaron simultáneamente varios temas vinculados con la restauración, ya que se trata de un debate inconcluso entre los expertos de la especialidad, tanto en nuestro país como en el exterior.
¿Hasta donde debe restaurarse una obra? ¿Se debe reconstruirla o incorporarle los elementos faltantes? ¿Se le permitirá «morir», y en ese caso, quién tiene el derecho de firmar su certificado de defunción? ¿Hasta dónde es ético contrariar o modificar la voluntad o intención del artista vivo o fallecido?
Estas fueron algunas de las cuestiones que surgieron en las diversas ponencias y sobre las que quedó flotando el mismo manto de indefinición que perdura desde hace muchos años.
El tema central
Con una muy elaborada puesta en la materia, Américo Castilla -coordinador general de las jornadas y presidente de TyPA (Teoría y Practica de las Artes)- señaló que la conservación no es un fin en sí mismo sino un intento de preservar los valores culturales para el futuro. «Cuando hablamos de conservar el arte contemporáneo debemos preocuparnos por comprender que es un campo interdisciplinario que excede el juicio estético capaz de incorporar o agregar valor a las piezas en cuestión y por consiguiente incidir en la diversidad», agregó.
Es imposible resumir en estas líneas las ponencias que se fueron desarrollando a lo largo de las dos jornadas de la reunión, sin embargo trataremos de sintetizar algunos conceptos.
Tom Learner (Getty Conservation Institute) puntualizó: ¿Hasta donde se debe conservar? Por un lado, la obra destruída murió y por otro lado se deben reemplazar los componentes que se vayan deteriorando (por ejemplo, en las obras que requieren tubos fluorescentes, tener suficiente stock para reponer los que se van agotando y que en el futuro pueden dejar de fabricarse).
Para muchos, el hecho de que la obra no sea totalmente original afectará su valor histórico.
Fernando Boro (UBA-Conicet) Sus consejos para la conservación de la obra digital:
Cambiar el soporte cada diez años. Generar copias adaptados a las nuevas tecnologías utilizando archivos de tipo universal, aunque la copia puede tener incompatibilidades que la haga distinta al original. Todo esto no es suficiente ya que la velocidad del cambio tecnológico puede producirse tan rápido que los equipos traductores podrían no comprender nada.
Conceptos de otro mundo
Sin duda Glenn Wharton del MOMA fue el que marcó la brecha que nos separa del primer mundo de la conservación digital. Creemos que muchos considerarán exagerado el nivel de requisitos, exigencias, despliegue administrativo y económico que ese Museo establece para sus adquisiciones de obras con soporte tecnológico.
La documentación, contratos y derechos elaborados previamente a la adquisición de una obra de ese tipo son tan minuciosos e incluyen la participación de por los menos cinco grupos interdisciplinarios, que hacen muy laboriosa la incorporación de nuevas piezas al museo.
Las entrevistas con los artistas, la transferencia (directa o indirecta) del código fuente de los creadores y de los programas comerciales o no que se utilizan, como así una garantía de continuidad en el caso que los productores dejen de fabricarlos, intenta prevenir todo lo posible en un futuro de corto, mediano y largo plazo.
El programa incluye la instalación de un server y una base de datos muy sofisticada con toda la información reunida alrededor de la obra, incluidos los videos con las entrevistas a los artistas y la filmación de todos los detalles del trabajo.
Al analizar toda esa estructura de conservación, con un alcance tan considerable en cuanto a la definición de límites para la adquisición de obras, pensamos si no estaremos en presencia del nacimiento de un nuevo e importante factor de poder en la definición de qué se adquiere para el museo. Por último, siempre surge la reflexión sobre si todas esta medidas son loables en cuanto a establecer una información muy valiosa para los administradores del futuro, pero cuál será su alcance real y qué no se habrá previsto para enfrentar los cambios permanentes que produce la sociedad globalizada.
La opinión de los artistas
La participación de Luis Felipe Noé, Eduardo Stupía, Leandro Katz y Mónica Giron aportó el punto de vista de los creadores y su preocupación sobre el estado actual y futuro de sus obras, ya que los materiales empleados en años anteriores mostraron su inestabilidad y a veces, deterioros, tanto en pinturas acrílicas, asfálticas, papeles, tintas, lanas, destacando que, a diferencia del óleo que se utiliza desde hace 600 años, el acrílico, por ejemplo, sólo tiene una antigüedad de 50 años, lo todavía no permite sacar conclusiones definitivas sobre su estabilidad futura. Los artistas plásticos también destacaron su inquietud con respecto a la calidad de los materiales aplicados al enmarcado y soporte de las obras, cuyos componentes pueden afectar su calidad.
Aunque divergentes la opinión de Yuyo Noe, preocupado por tratar de lograr la perdurabilidad de la obra (después de su período de destrucción en los 60′, desmintiendo incluso el mito popular de haber tirado su pinturas al río Hudson en Nueva York -en realidad las tiró en un basural atrás de su casa muy cerca del río- y Stupía que actualmente realiza collages con papeles que no tiene la certeza de que resistan los embates del tiempo pero que no le da importancia, ya que representan su intención creativa. El punto de coincidencia es que la naturaleza de la obra es propiedad inalienable del artista
La misma preocupación surgió con relación a la conservación de las películas y grabaciones, expuestas al deterioro si no se cumplen los requisitos actuales de conservación.
La restauración del Minuphone
Con la presencia de su creadora, Marta Minujín, quien detalló el nacimiento de la idea en 1966 con la que ganó la beca Guggenheim de ese año (8.000 dólares) y los fundamentos motivacionales y el proceso de realización que le demandó seis meses.
Inspirada en el movimiento hippie y los «viajes» psicodélicos, imaginó una serie de efectos dentro de una cabina telefónica con el propósito de lograr que el espectador «viviera». Para ello, la experiencia de tres minutos incluía luces, humo, circulación de líquidos por las paredes, imágenes en TV, fotos polaroid, etc.
De la obra original queda poco y nada ya que faltan todos los medios tecnológicos (teléfono, circuitos, motores, etc), por lo que Marcelo Marzoni -responsable de la instalación de las obras tecnológicas que exhibe la Fundación- se las verá en figurillas para reemplazar los distintos elementos que permitan recrear en parte los efectos que coordine con la artista que, seguramente, no resistirá el deseo de incorporar algunos más contemporáneos. La obra deberá estar lista para ser exhibida en una retrospectiva de la artista en el MALBA.
En definitiva, se trató de una muy buena iniciativa de la Fundación Telefónica, que se vio sobrepasada por el número de participantes, más de 150 en cada jornada. «Es de esperar que la documentación que se produzca junto con la Fundación Espigas sobre las jornadas sirva de disparador para estimular la realización de otros proyectos similares y un mejor conocimiento de esta problemática que afecta no sólo a los restauradores», concluyó Alejandrina D’Elía..