Fotografía I. En Buenos Aires Photo se vendió, a pesar de todo
Publicado el noviembre 2, 2010
Escrito por Mario Gilardoni

Cuando a las nueve e la noche del domingo el personal de seguridad se esforzaba por explicarle a la gente que la feria había terminado y que tenía que irse del Palais de Glace, quedaba en el aire la sensación un poco amarga de que esta vez el tiempo de Buenos Aires Photo había sido insuficiente. Fueron, igual que en las cinco ediciones anteriores, cinco días, si contamos el de la inauguración reservada a invitados. Pero, aunque el balance no es nada malo, este año la feria de fotografía se realizó en la adversidad. Se inauguró el martes a la noche y al día siguiente debió cerrar por el censo -que no estaba previsto en esa fecha cuando se organizó BA Photo- y no pudo aprovechar la inercia y el impulso comprador inicial que produce toda inauguración. Todos conocemos la sorpresa -el país apenas empieza a reponerse de ella- que nos sacudió la mañana de ese mismo día. Producto de ella, el jueves y viernes fueron dos días «raros» en la feria. La atención y el ánimo de los argentinos estaban completamente absorbidos por la muerte y los funerales del ex presidente. Pocos eran los que, en esas circunstancias, pensaban en comprar fotografías o siquiera en recorrer una feria de arte. La sola idea de salir de casa y enfrentar el tráfico, posiblemente más desordenado que de costumbre por la multitud que había en el Centro de la ciudad, exigía un entusiasmo especial. El viernes, para colmo, no acompañó ni el clima y el cortejo fúnebre que pasó por la tarde junto al Palais de Glace rumbo al Aeroparque lo hizo bajo la lluvia.
Gastón Deleau, que acompaña en BA Photo como director ejecutivo al director Diego Costa Peuser con el optimismo y el empuje que hacen falta en su tarea, no se detiene demasiado en esos problemas cuando se le pide un balance final de la feria. «Pese a las adversidades -dice-, tuvo una convocatoria impresionante, la visitaron 19.000 personas». Realmente no es poco si se considera que el año pasado la cifra fue de apenas 3.000 personas más y que la entrada de $ 25 hace que visite la feria la gente que tiene un interés genuino. Ayer hubo cola frente a la boletería toda la tarde, y después de pasar un rato recorriendo la treintena larga de stands, uno tenía la sensación de que el Palais de Glace le está quedando un poco chico a este evento. Deleau explica que hacerlo en La Rural -el otro espacio posible- sería exactamente cinco veces más caro y que los números todavía no dan para eso.
En cuanto a las ventas, sin dejar de tener en cuenta que aún en estos días posteriores al cierre pueden concretarse algunas más, hubo disparidades. Algunas galerías vendieron bien, otras no tanto y otras, nada. Pero, dice Deleau, el 90 por ciento, quedaron conformes. Ruth Benzacar -ya es una tradición- fue una de ellas. La Asociación de Amigos del Malba le compró, con US$ 20.000 donados por American Express dentro del programa «+ arte para nuestros museos», las obras «Red with him», de Liliana Porter, y «Autorretrato Nicola según Berni», de Nicola Costantino. Vendió, además, obras de Luciana Lamothe, Adrián Villar Rojas y otra fotografía de Costantino. Quedó sin punto rojo en el stand la obra más cara de la feria, US$ 16.000, una obra que cita a «Las meninas» de Velázquez .
Otro stand donde se vendió muy bien fue el de Rolf Art. Tres copias de una edición de cinco de una foto de Ananké Asseff titulada «Ananké» escrito en griego, por US$ 3.000 la primera copia y 500 más cada una de las siguientes; de la misma autora, dos portfolios de US$ 2.000 y US$ 2.500; dos fotografías de Juliet Ruiz (piezas únicas), US$ 2.300 cada una; otras cuatro de la misma autora a US$ 800 cada una, y varias obras del proyecto «Maladie», de Celeste Martínez: un portfolio de US$ 2.000, un conjunto de cinco fotocerámicas (US$ 500) y un juego de zapatitos estampados con foto, de US$ 600.
En un valor notable de US$ 1.500, si se considera que se trataba de copias de series de 500, se vendieron en el stand de la galería española Barcelona 15 fotografías de horizontes marinos de Hiroshi Sugimoto.
En Palatina, se vendieron varias obras de Pablo Tapia. Entre ellas, por US$ 3.800, una obra compuesta por alrededor de 100 tomas, es tan extraordinaria como su título: «Una playa es un accidente geográfico consistente en la acumulación de sedimentos no consolidados por el efecto de la dinámica local del oleaje».
Alberto Sendrós vendió cuatro de las cinco fotografías de gran formato de Gabriel Chaile, único artista exhibido en el stand, en valores entre US$ 1.200 y 1.500. En Ernesto Catena se vendieron trabajos de Guillermo Ueno e Ignacio Iasparra.
También tuvo un muy buen balance la galería Sammer, de Miami, cuyos trabajos del uruguayo Rómulo Aguerre (1919-2002) atrajeron al público y también a los coleccionistas. Se vendieron cinco de sus trabajos, a valores que rondaron los US$ 6.000.
Las fotografías de Carlos Decurnex, trabajadas de tal modo que los retratados terminan por convertirse en personajes de cómics, convocaron las miradas al stand de Imaginario. Se vendieron tres de sus trabajos, cada uno a US$ 2.000.
Además de diferencias en los resultados de cada galería, hubo grandes diferencias en los precios con que fueron ofrecidas las obras. En Castagnino-Roldán, por ejemplo, que no pudio concretar ninguna venta al menos hasta el cierre, se exhibían una fotografía de Charlie Nijensohn de la serie «El naufragio de los hombres» a US$ 12.000; una de Silvia Rivas, a US$ 4.500; una de Zulema Maza y una de Nora Correas, a US$ 2.000 cada una. «La gente se interesó mucho, preguntó, miró, pero no compró», explicó sintéticamente Alvaro Castagnino.
Algo similar pasó en Arte x Arte, donde tampoco se realizaron ventas a pesar de que el stand estaba siempre desbordante de gente sumamente interesada en los trabajos de Marcelo Brodsky, Eduardo Costa, Sara Facio, Adriana Lestido, Res, Jorge Roiger, Pedro Otero, Oscar Pintor y Dalila Puzzovio que allí se exhibían. Muchas de las obras eran vintage, y existe la idea de que no son para cualquier comprador, sino para museos o para cierto perfil de coleccionista al que no desalientan ni el formato relativamente pequeño ni el blanco y negro.
Sin embargo, hubo otras galerías que lograron vender obras vintage muy clásicas, como Vasari, que vendió dos fotografías de la Carpeta de los 10 (una de Alex Klein y otra de Juan Di Sandro), y el espacio Makarius – GC Estudio de arte, de Gianni Campochiaro y Luisa Pedrouzo, cuyas ventas se acercaron a los US$ 15.000. Vasari vendió además cuatro fotografías históricas de Anatole Saderman que pasarán a formar parte del patrimonio del Macro de Rosario, gracias a un donante cuyo nombre se mantuvo en reserva.
Además de ésta y de la ya mencionada de American Express, hubo otras cinco adquisiciones institucionales importantes: Manifesto compró la obra de Ignacio Iasparra de la Galería Ernesto Catena, por US$ 3.200. La fotografía formará parte de la colección de Arte y Diseño de Manifesto. Hope Funds hizo posible la compra por US$ 2.800 de una obra de Adriana Lestido a la Galería Matilde Bensignor. Chandon adquirió por US$ 1.800 una obra de Lila Siegrist, «Los monstruos de Las Ocampo» (fue la primera foto vendida en la feria) a Galería Del Infinito y una obra de Laghi a Espacio Mainardi + Laghi. Arte al Día adquirió una obra de Adrián Villar Rojas en Galería Ruth Benzacar, una de Gaby Messina (US$ 2.000) en Elsi del Río & Gachi Prieto, que se asociaron en esta feria. Rabobank adquirió para su colección institucional dos obras de Diego Ortiz Mugica.
Petrobras y American Express también adquirieron obras: los primeros y segundos premios de sus respectivos concursos. Los premios fueron adquisición en ambos casos y correspondieron, en el caso de Petrobras, al peruano Roberto Huarcaya por su trabajo «Playa Pescadores, Club Regatas» ($ 15.000) y a Nuna Mangiante por «Confesionario» ($7.000). Huarcaya -casualmente elegido como artista de tapa del catálogo del «Mois de la Photo», que tiene lugar este mes en París- es el primer fotógrafo extranjero en ganar el Petrobras, que ya lleva seis ediciones, lo cual probablemente ayudará a convocar en el futuro a muchos artistas latinoamericanos y a darle al concurso un perfil más internacional.
En el caso de American Express las obras fueron «Pestañas», de María Marinio (US$ 5.000), y «Escaleras», de Andrés Wertheim (US$ 2.500).
Entre los espacios institucionales, el de Rabobank fue de los más visitados. Se mostró allí parte de la colección que el banco holandés empezó a formar hace dos años con la curaduría de Marjan Groothuis y Facundo De Zuviría y con el criterio de privilegiar la fotografía directa y seleccionar imágenes reveladoras de aspectos de la Argentina y su realidad social y cultural.
En su balance final de la feria, los organizadores señalaron:»El mercado y el coleccionismo de fotografía en el país van creciendo, la gente está venciendo el prejuicio de que una fotografía no es una obra única, como una pintura, aunque todavía falta. Creo que es un buen momento para iniciar una colección porque los valores aún son muy bajos. Hay que pensar que en Brasil, por ejemplo, ninguna buena foto vale menos de US$ 15.000. Aquí los valores tienen otro nivel».
Quizá sea eso lo que explique este misterio: cómo es que nadie compró por US$ 1.700 la extraordinaria fotografía de Matilde Marín exhibida en Del Infinito Arte.