La increíble historia del Di Tella y la TV, en Telefónica
Publicado el octubre 25, 2010
Escrito por Mario Gilardoni

Es muy probablemente la más atractiva de todas las muestras que se exhibieron en el Espacio Fundación Telefónica desde que ya hace años el espacio se dio un nuevo perfil e inició un camino ligado al arte y las nuevas tecnologías. Es que la recién inaugurada «Televisión. El Di Tella y un episodio en la historia de la TV», la última exposición del año en el espacio de Arenales 1540, recorre buena parte de la historia de un lugar mítico que dejó una marca indeleble en el arte argentino, como sin duda fue el Instituto Di Tella. Y además, revisa la relaciones entre arte y televisión que el Di Tella promovió fuertemente entre 1965 y 1969.
Curada por Inés Katzenstein y Rafael Cippolini, la muestra se estructura alrededor de valioso material de archivo: fotografías, testimonios de época, textos de artistas, documentos, material de prensa pero, sobre todo, grabaciones televisivas inéditas. Además se exhiben obras y proyectos de Marta Minujín, David Lamelas, Roberto Jacoby, Eduardo Costa, Raúl Escari, Luis Felipe Noé, Jorge De la Vega y los grupos Pop y Frontera. Pero además, hay obras nuevas -creadas especialmente para esta exhibición por Jorge Macchi, Andrés Di Tella y Miguel Mitlag- que funcionan como comentarios del resto del material expuesto.
El conjunto es realmente estimulante de la reflexión sobre el lugar que ocupa la televisión en la vida cotidiana de los argentinos desde hace medio siglo, de los cambios que ha operado en la creación artística y del fenómeno de comunicación que se produjo cuando a finales de los años 60 un grupo de artistas «se metió» con ella y exploró sus posibilidades.
Es probable que usted no lo sepa: en ese momento -finales de los 60- la Argentina era el país con más horas transmitidas por televisión en todo Occidente. Cuando uno ingresa en la sala, tiene proyectados en la pared de enfrente algunos de los fragmentos televisivos de la Argentina más recordados de esos años: Andrés Percivale, desde la Guerra de Vietnam, y Mónica Cahen D’Anvers desde Cabo Cañaveral. Y eso era lo que pasaba entonces, todo empezaba a ocurrir en la televisión. Y la televisión empezaba a construir realidad.
Los artistas del Di Tella lo vieron y se interesaron en los nuevos medios de comunicación. Experimentaron, buscaron apropiarse de la televisión, buscaron transformarla, convertirla en algo diferente, destruirla y construirla de nuevo, darle nuevos usos. El corazón de ese proyecto y la impronta que produjo en la sociedad de esos años es lo que se ve en la muestra de Telefónica.
Dicen Cippolini y Katzenstein en el texto del catálogo: «Su idea (se refieren a Jorge Romero Brest, director del Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella) de sustituir la sala de exposiciones por un centro de experimentación televisiva era deudora de un proceso que se había iniciado unos años antes de la mano de los artistas y que había tenido al Di Tella como centro de operaciones: por primera vez el arte proponía modificar la televisión desde todos los ángulos, convirtiendo el doméstico aparato en escultura, fetiche y sistema autorreferencial, pero también transformando las especulaciones teóricas (sociológicas, tecnológicas y políticas) en una indagación de la visualidad social y sus efectos, en lo que fue uno de los episodios más singulares de la pantalla chica».
Una «pantalla chica» que se ha agrandado en el formato de LCDs y plasmas, pero que esencialmente sigue siendo la misma y que se niega a perder vigencia e influencia pese a la aparición de otras pantallas con las que hoy forma un cuarteto: el celular, la PC (Internet) y la consola de videojuegos. La TV -al menos entre los adolescentes y jóvenes argentinos- sigue siendo la más importante e influyente de las cuatro pantallas.
Otro de los puntos sorprendentes de la muestra es que recuerda un momento en que no sólo los artistas se interesaron por la televisión sino que también -hoy parece imposible- la televisión se interesó por los artistas. Ahí están esos materiales de archivo inéditos de programas en los que aparecen, casi como ídolos populares, Marta Minujín y Edgardo Giménez, por nombrar solo dos.
Fue una época de la Argentina. Tan potente y mítica, que hoy todos recordamos haber vivido aún cuando no sea en muchos casos cronológicamente posible, de la misma forma que no es posible que tantos como lo aseguran hayan estado en la final de fútbol contra Holanda en 1978. Pero es que todos deseamos haber estado allí. Por eso, entre otras cosas, es imperdible la muestra de Telefónica. Hay tiempo hasta el 18 de diciembre.