Pero, ¿esto es arte?
Publicado el diciembre 27, 2010
Escrito por Mario Gilardoni

Desde que Marcel Duchamp presentó su famoso mingitorio, se hicieron la misma pregunta primero los teóricos y luego los espectadores de arte contemporáneo: «Pero, ¿esto es arte?»
Ahora el asunto desvela a jueces y funcionarios de aduana.
Las nuevas piezas cuestionadas no son de Duchamp, sino de Dan Flavin y Bill Viola. En una decisión sorprendente, la Comisión Europea revocó una decisión anterior de un tribunal de impuestos del Reino Unido, y se negó a clasificar varias obras de esos artistas como «obras de arte».
La cuestión se originó 2006, cuando la galería Haunch of Venison, de Londres, importó seis instalaciones de video desmontadas de Hill Viola, procedentes de los Estados Unidos, e intentó importar una escultura de luz de Dan Flavin, declarándola como «escultura», con lo que sólo debería haber pagado 5% de IVA, como obra de arte. Pero en ese momento, las autoridades aduaneras rechazaron esa clasificación y cargaron a la galería con tasas de 36.000 libras. Haunch of Venison apeló la decisión en 2008 decisión y ganó: un tribunal del Reino Unido especializado en cuestiones impositivas determinó que las obras eran de hecho «arte» y por lo tanto les correspondía pagar sólo un 5% de IVA.
Ahora, la Comisión Europea ha anulado esa decisión, en una resolución que describe una obra de Flavin como «aparato de iluminación» y por lo tanto debería ser «clasificada como aparato de iluminación de pared». En cuanto a Viola, el documento dice que las instalaciones de vídeo y sonido no pueden ser clasificadas como esculturas «ya que no es la propia instalación la que constituye una obra de arte, sino el resultado de las operaciones (el efecto de luz) llevadas a cabo por ella».
Pierre Valentin, abogado especializado en cuestiones de arte, comentó el fallo en estos términos a la revista The Art Newspaper: «Las razones dadas por la Comisión Europea para la clasificación de las obras de Bill Viola y Dan Flavin como proyectores y accesorios de luz de pared, son increíbles. Sugerir, por ejemplo, que una obra de Dan Flavin es una obra de arte sólo cuando está encendida, es cómico. Los tribunales nacionales de dos Estados miembros de la Unión Europea como Reino Unido y Países Bajos han considerado la clasificación de vídeo y las instalaciones de luz y han coincidido en que ambas deben ser declaradas como arte, amparadas por el artículo 97 del Arancel Aduanero Común. Uno tiene derecho a preguntar si la Comisión ha hecho un uso juicioso de sus poderes haciendo caso omiso de estas decisiones judiciales».
Justificada o no, la decisión de la Comisión Europea significa que a partir de ahora las galerías y casas de subastas británicas tendrán que pagar el IVA máximo -que el próximo año subirá al 20%- además de los gastos proporcionales de aduana sobre las obras de vídeo y esculturas de luz cuando sean importadas desde fuera de la Unión Europea. La decisión es vinculante para todos los Estados miembros.
Debería haber un curso de arte para aduaneros
No sólo en Europa nos encontramos con estas extravagantes interpretaciones de los códigos aduaneros. Esta misma cuestión fue debatida en las cortes norteamericanas en 1926 respecto a una escultura de Constantin Brancusi -uno de sus pájaros- que fue interpretado por los funcionarios de turno como un pedazo de bronce, fijandole un precio de 240 dólares de esa época, algo menos de 3.000 billetes verdes de hoy. Sólo se logró liberarla de las garras aduaneras para su exhibición clasificándola como «utensilios de cocina». Posteriormente esta decisión fue apelada y gracias a la declaración de varios artistas los jueces aceptaron que ese trozo de bronce representaba un pájaro, «hermoso y simétrico» lográndose la libre entrada de la pieza y ser considerada una obra de arte.
Mucho más cerca, hace unos años, en la aduana de Porto Alegre, Brasil, una obra de Nora Correas ingresada a esa repartición para su posterior exhibicion en la Bienal que se celebra en esa ciudad fue rechazado su valor declarado -1.000 dólares- por considerarla sin ningún valor.
La pieza en cuestión era una instalación compuesta entre otras piezas por un cochecito de bebe, unas cucarachas de plástico y unas imitaciones de lingotes de oro. La solución para poderla retirar de la aduana fue aceptar un valor cero para la obra en cuestión.